David Lynch pintor

 La plástica de David Lynch es parte integral de su labor como artista.

 

David Lynch en el museo

Tengo por cierta la frase de Naief Yehya según la cual las películas de David Lynch también podían exponerse en un museo sin desentonar.   

David Lynch

En un documental de hace unos años, The art of life, Lynch cuenta que cuando joven el pintor Bushnell Keeler le obsequió el libro El espíritu del arte de Rober Henri, él tuvo la epifanía de que se dedicaría al arte. 

Sea verdad o parte de las mentiras que los famosos cuentan para labrar su propia leyenda, la obra de Lynch, audiovisual o plástica, creó una corriente denominada como “lynchiana”. Es decir una distorsión lenta de lo cotidiano que deriva en un desconcierto.

Más aún: como David Lynch es un artista transversal que lo mismo inspira a escritores, pintores, artistas conceptuales, fotógrafos, cineastas, arquitectos, psicólogos y hasta publicistas, es un ejercicio de destreza realizar una propia definición de lo lynchiano.

El escritor David Foster Wallace escribió esta, lo lynchiano es “una clase particular de ironía en la que lo muy macabro y lo muy mundano se combinan de tal manera que revelan la perpetua inclusión de lo uno en lo otro”.

David Lynch

Lyncheano

He pasado algunos años  observando con detenimiento sus cuadros, películas y series; revisando sus cortometrajes, comerciales y oyendo su música. Incluso escuchando sus consejos de creatividad y sus opiniones acerca de la meditación trascendental.

Ahora sé que detrás de esa fachada de buen hombre bonachón que tiene David Lynch, se ocultan tentaciones tremebundas, audacias insólitas, inicuos monstruos, otras realidades y, acaso, intuiciones de lo que hay más allá. Esto es una estrategia: mostrar cara de burguese tranquilos que llevan en apariencia una vida ordenada, ejemplar, conservadora y  tranquila.

Juan Carlos Cruz

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