Subversiva y conmovedora, a partes iguales, la pieza escultórica: El Absoluto tiene piernas, de Ramsés Ruiz, nos interpela y escruta en lo más hondo de nuestras creencias, asumidas por costumbre o libertad; o negadas, por convicción y raciocinio.
¿Quién, de entre los artistas contemporáneos, aún se toma en serio el tema de Dios? Pocos, y esos mismos que lo hacen se empeñan en negar una auténtica realidad para quienes, con fe, aún creen en el absoluto. Digo subversiva por una serie de detalles que no está de más recordar. ¿Acaso la prohibición veterotestamentaria, de no hacerse representaciones de Dios, ha sido olvidada por algunos credos religiosos? No, claro que no, prueba de esa vigencia es la reciedumbre con la que protestantes, desde Lutero, se niegan a postrase para no caer en idolatría, frente a las imágenes o esculturas de la tradición católica, solo por mencionar un ejemplo entre muchos.
Subversiva, insisto, porque cuando se representa a Dios, a través de la pintura o escultura, se suele recurrir a símbolos, como una paloma blanca o un haz de luz, pero también como encarnación en la figura del Cristo. Y no como ahora nos lo presenta, y representa, Ramsés Ruiz, a través de una humilde figura cubierta hasta las piernas, sentada en unas bolas de helado colocadas sobre un cono.
Un Absoluto velado, como lo tematizaron los teólogos de la negatividad en el siglo XX; un Dios parecido a un niño juguetón que se esconde de nuestra mirada, pero que a su vez nos permite vislumbrarlo en su orfandad y soledad más gélida. Y esto no deja de ser conmovedor para quienes añoran la certeza de una trascendencia, ya casi pérdida por esa otra fe en los saberes científicos, o disuelta en los laberintos del escepticismo.
El Absoluto tiene piernas nos interpela para que no olvidemos que aún late, como en San Agustín, un corazón deseoso de Dios; nos escruta, para que aquilatemos qué tan sólida es nuestra lejanía, o acercamiento, de ese absoluto sin teologías ni mandatos incumplibles. Un absoluto con piernas que no está conceptualizado como creador, como omnipotente, sino como una figura infantil empática con nuestras propias dudas y miedos.
RAMSÉS RUIZ nació en León, Gto., en 1980. Es considerado por la crítica especializada como uno de los más importantes escultores jóvenes de Latinoamérica. Con veinte años de trayectoria en la escultura, ha expuesto tanto individual como colectivamente, en recintos y festivales de relevancia nacional e internacional.
Es el único guanajuatense en haber conseguido un reconocimiento y ser parte de la Bienal de Monterrey FEMSA, una de las colecciones más importantes de arte contemporáneo en América Latina. Su obra ha recibido premios y menciones de importantes fundaciones e instituciones como: Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato, de la Ecole Superieure d’ Art et Design de Saint- Etienne en Francia, del Encuentro Nacional de Arte Joven, entre otros. Ramsés Ruiz ha sido becario del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato y del Fórum Cultural Guanajuato. Aunado a estos reconocimientos, la obra de este escultor ha sido motivo de ensayos especializados en arte y estética.
Pedro Mena Bermúdez
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